Cuándo un hábito saludable se convierte en una obsesión No te alarmes, sabemos que el deporte forma parte importante de tu vida y no puedes vivir sin entrenar. El problema surge cuando dejas de disfrutar de otras cosas y todo lo demás queda en segundo término. En estas circunstancias, estamos hablando de una adicción.
Antes de llegar a ese punto, el deportista pasa por diferentes etapas: lo que se conoce como “etapa apetitiva”, en la que descubres lo bien que te sientes gracias al deporte, como aumentan tus contactos y reuniones sociales, como mejora el estado físico, la alegría y el buen humor que el deporte genera… estas buenas sensaciones empujan a entrenar con más intensidad. Hasta aquí todo es positivo, puesto que estas son las mejores motivaciones para continuar con el hábito saludable de la actividad deportiva.
El problema surge cuando el futuro adicto quiere más y comienza a entrenar sin desenfreno para conseguir el máximo placer y bienestar. Sin darse cuenta pasa de la ansiedad anticipatoria (por ejemplo, ante una carrera en el caso del corredor), a la emoción del propio acto (la carrera), hasta llegar a la preocupación excesiva y finalmente obsesión, cuando las obligaciones diarias o familiares, las lesiones deportivas o sus propios límites físicos le impiden hacerlo como le gustaría.
Esa referida mezcla de sensaciones “emocionantes”, de tensión y miedo, de sufrimiento y gloria, de reto y superación, hacen sentir al adicto toda una sensación de superioridad sublime. Pero, a menudo, no basta y de hecho, casi nunca, puesto que el adicto siempre quiere más y campeones olímpicos hay pocos… Así que el verdadero adicto lucha por intentar superarse hasta llegar a lo imposible.
Aunque la mayoría tenemos una relación sana con el deporte, todos conocemos deportistas que se han dejado la salud, el trabajo o la familia en vanos intentos para mejorar sus marcas. Sin llegar a este punto, ciertas obsesiones pueden ya ser síntomas preocupantes, por lo que reconocer este posible trastorno es el primer paso para continuar practicando deporte de modo equilibrado.
Santiago 02 de Noviembre del 2010.
Antes de llegar a ese punto, el deportista pasa por diferentes etapas: lo que se conoce como “etapa apetitiva”, en la que descubres lo bien que te sientes gracias al deporte, como aumentan tus contactos y reuniones sociales, como mejora el estado físico, la alegría y el buen humor que el deporte genera… estas buenas sensaciones empujan a entrenar con más intensidad. Hasta aquí todo es positivo, puesto que estas son las mejores motivaciones para continuar con el hábito saludable de la actividad deportiva.
El problema surge cuando el futuro adicto quiere más y comienza a entrenar sin desenfreno para conseguir el máximo placer y bienestar. Sin darse cuenta pasa de la ansiedad anticipatoria (por ejemplo, ante una carrera en el caso del corredor), a la emoción del propio acto (la carrera), hasta llegar a la preocupación excesiva y finalmente obsesión, cuando las obligaciones diarias o familiares, las lesiones deportivas o sus propios límites físicos le impiden hacerlo como le gustaría.
Esa referida mezcla de sensaciones “emocionantes”, de tensión y miedo, de sufrimiento y gloria, de reto y superación, hacen sentir al adicto toda una sensación de superioridad sublime. Pero, a menudo, no basta y de hecho, casi nunca, puesto que el adicto siempre quiere más y campeones olímpicos hay pocos… Así que el verdadero adicto lucha por intentar superarse hasta llegar a lo imposible.
Aunque la mayoría tenemos una relación sana con el deporte, todos conocemos deportistas que se han dejado la salud, el trabajo o la familia en vanos intentos para mejorar sus marcas. Sin llegar a este punto, ciertas obsesiones pueden ya ser síntomas preocupantes, por lo que reconocer este posible trastorno es el primer paso para continuar practicando deporte de modo equilibrado.
Santiago 02 de Noviembre del 2010.